Familia, acogida, entusiasmo, juego, compartir: éstas son sólo algunas de las características del ya tradicional campamento familiar que la comunidad oblata de Aluche (Madrid) propone cada año en la parroquia de San Leandro. Una experiencia para todos, en la que cada uno puede sentirse acogido y valorado sin distinción de edad, condición o capacidad. 

La Casa Emaús de Torremocha acogió, del 9 al 13 de julio, a los cerca de sesenta participantes de este año, procedentes de la parroquia pero no sólo, fruto de muchas relaciones cultivadas a lo largo de los años y de nuevas amistades que florecen con el tiempo. Entre los participantes había también dos laicos oblatos italianos y un oblato escolástico de Nigeria. 

Acompañó la experiencia el P. David López, párroco de San Leandro. 

El P. Antonio Diodati y el P. Eutimio González de la comunidad oblata de Aluche, el P. Antonio Buonanno de la comunidad de Pozuelo y el P. Javier Álvarez Lodeiro, superior de la misión de Venezuela compartieron algunos momentos del campamento.

Como cada año, un tema es el hilo conductor del campamento y puntúa los días y las actividades. «Luces, cámara ¡valores en acción!» fue el lema que transportó a todos al mundo del cine a través de los diferentes géneros que cada día sirvieron como expediente para centrarse en determinados valores: la ilusión, la valentía, el misterio de la fe, los dones personales, la esperanza. A continuación, cada actividad arrojaba luz sobre distintos aspectos de cada valor: la oración de la mañana, el compartir, los juegos de equipo colaborativos y competitivos, la salida en piragua, la visita al Monasterio de la Cabrera, la preparación de un musical, las celebraciones. 

El campamento familiar es preparado cada año con gran cuidado y dedicación por un equipo de unos quince laicos de la parroquia oblata junto con el párroco.

Pablo nos cuenta: “Nuestra familia hemos estado en el campamento de familias que se realizo en la localidad de Torremocha del Jarama. Es nuestra cuarta asistencia a este campamento y como todos los años ha sido una experiencia muy Evangélica. Hemos sido muy felices porque en estos días hemos vivido tal y como Jesús nos propone: ha sido un tiempo de pobreza (alejados de los lujos de la vida moderna), también hemos vivido en comunidad (compartiéndolo todo), hemos rezado mucho (lo que nos ha permitido estar cerca del Padre) y finalmente hemos sentido la presencia de Dios en la creación como consecuencia del fuerte contacto con la naturaleza. Ha sido un gran momento de encuentro comunitario y nosotros que no somos de la parroquia de  Aluche y tampoco pertenecemos a la familia oblata, nos hemos sentido fuertemente acogidos por lo que recomendamos para el futuro este campamento a otras familias.”

Angélica vino desde Italia para participar en esta experiencia por tercer año consecutivo. Cuenta: “Siempre he oído a los laicos oblatos hablar con mucho entusiasmo de este campamento familiar y hace tres años, invitada por Raquel, me animé a participar. En Italia, como laicos adultos, estamos acostumbrados a experiencias algo diferentes y me asustaba la idea de exponerme a algo nuevo, no me sentía en las condiciones físicas adecuadas y tenía un nivel de español muy pobre. Pero necesitaba salir de la costumbre de las clásicas experiencias de fe de siempre, sentía la necesidad de abrir mi mente y mi corazón a cosas nuevas, así que me lancé, confiando sobre todo en las relaciones de amistad y fraternidad que estaba cultivando. Las cosas que más me sorprenden cada año son dos. La primera es el enorme cuidado que pone el equipo organizador en preparar al detalle cada actividad, cada ambientación, con un increíble compromiso de tiempo y energía. La segunda es el hecho de que todo el programa está pensado para hacerlo juntos, chicos y mayores sin distinción, con una gran variedad de experiencias a las que todos pueden contribuir. Al final todos los miedos desaparecen, el idioma no es un problema porque me siento acogida y querida, los límites físicos pueden superarse o, en la eventualidad, respetarse, y todo es siempre una sorpresa. Vuelvo a casa cansada físicamente pero rica en muchos regalos: el compartir la fe, las relaciones que crecen, la belleza de formar parte de una comunidad más amplia, la oportunidad de vivir nuevas experiencias que nunca pensé que tendría, la alegría de hacer algo que te da vida.”