Siento una gran alegría, como si fuera un padre que logra reunir a todo su familia. Es verdad que los números no son importantes, pero son las 10 de la noche y somos tantos los que nos hemos encontrado aquí por una razón. No sólo es importante el contenido de este encuentro, sino también el signo, este encuentro es un signo muy sencillo, que nos recuerda que esta familia está viva.
Doy gracias a Dios por esta sencilla iniciativa, una de las primeras de este grupo de coordinación de laicos de la provincia. Estamos construyendo puentes, no en dos familias o realidades diferentes, sino en una sola familia que vive en territorios separados.
Estos encuentros nos abren el corazón y la mente
Lo digo desde mi propia experiencia porque tuve la suerte de hacer mi formación una parte en España y una parte en Italia. Esto me ha permitido comprender que no hay una única manera de vivir, ni una única estructura, y que más allá de las maneras que he aprendido y de las formas en que concibo algunas cosas, hay muchas más.
A veces pensamos que hay una sola manera de vivir el carisma como laicos, como oblatos, como consagrados, como jóvenes, o que la mejor manera de vivir el carisma es la mía, o que siempre podemos vivir comparando entre diferentes maneras: «en mi comunidad hacemos esto así, en mi territorio hacemos aquello, en mi parroquia hacemos lo otro…». Este encuentro nos recuerda que no es la estructura, no es la forma, no es el territorio, no es el país, no es la lengua, sino que hay algo que es más grande que nosotros: es el Señor que nos une a través del carisma de San Eugenio que está en el centro de nuestra vida.
Esta es la experiencia que estoy viviendo conociendo los diferentes territorios de la Provincia, visitando otras provincias, viendo otras realidades. Más allá de las diferencias, cuando estoy con los Oblatos, con los laicos, con la familia oblata, con las consagradas, experimento estar EN CASA. Esto es la Familia Oblata. La Familia Oblata es casa. Esta experiencia es muy bonita cuando alguien como yo está lejos de su tierra, de mi Málaga, de mi familia… cuando estoy con la Familia Oblata, aunque nos encontremos de formas diferentes, o nos llamemos de forma diferente, me siento en casa.
Podemos encontrar diferencias, pero hay una identidad común que es superior a todas las diferencias. Somos hijos de Dios y miembros de esta gran familia mazenodiana o carismática, busquemos lo que nos une más que lo que nos separa. Estamos llamados a construir puentes, y esto es lo más complejo.
Dios nunca ha dejado de hablarnos
Una reflexión que estoy haciendo en este periodo es que Dios nunca ha dejado de hablarnos a lo largo de la historia de la salvación. Habló en la creación, a través de patriarcas, profetas, jueces, reyes, a través de Jesús y sigue hablando hoy. Dios busca siempre la manera más eficaz de transmitir su mensaje.
Y puede parecer un eslogan de la Iglesia que dice que debemos ser solidarios, trabajar juntos, pero estoy convencido de que el Señor nos está llamando a recorrer nuevos caminos y a reconocer que evangelizar como familia, en todas sus expresiones vocacionales, es la manera de transmitir un mensaje. Mientras preparaba este encuentro, resonaba en mi mente aquel «todos, todos, todos» del Papa Francisco en Lisboa, porque la familia carismática también es «todos, todos y todos». Lo que no hemos podido hacer por gracia tendremos que hacerlo por necesidad.
El Señor tiene una palabra nueva que decir al mundo a través de esta familia, y también de manera especial a través de los laicos.
Al conocer otras Provincias me doy cuenta de que en muchos lugares donde el número de oblatos se reduce, las fuerzas menguan, las vocaciones disminuyen, la única garantía de una presencia estable del carisma son los laicos. Así que siento que es una invitación especial al mundo laical para que se sienta responsable de continuar esta misión. No sois una «imitación» de los Oblatos, no sois una parodia de los Oblatos ni una débil representación. Sois la presencia del carisma en un contexto totalmente diferente donde, de forma permanente y cotidiana, podéis llevar el mensaje a ambientes donde los consagrados no podemos llegar. Con un lenguaje diferente, compartiendo problemas comunes a tantas personas. Así que la invitación que hago a los laicos es a conocer y encarnar la Palabra de Dios y el carisma en el contexto en el que vivís.
Pero ¡tenemos que seguir rezando por las vocaciones! Estamos en la semana de oración por las vocaciones oblatas y debemos pedir al Señor que siga enviando vocaciones, especialmente a la consagración. Os pido que seáis fieles a esta semana de oración por las vocaciones, no porque el Señor siga llamando – porque el Señor sigue llamando, no hay crisis de llamada, hay crisis de respuesta. Pedimos al Señor que ayude a los jóvenes a escuchar esta llamada sin miedo.
Una experiencia que tuve en Venezuela hace poco, cuando visité la misión: en la casa de Palo Gordo, que es una especie de centro juvenil, había un joven que había llegado a la comunidad y había conocido el carisma oblato a través de la Familia Oblata, donde actualmente ya no están los oblatos. El Señor tiene formas increíbles de llamar a las personas. Y podemos pensar que la Familia Oblata es un canal a través del cual muchos jóvenes pueden sentir una llamada especial a la consagración en la vida oblata. Así que en esta semana seguimos rezando por las vocaciones.
¿Corresponsabilidad o colaboración?
Está claro que todos sentimos que debemos colaborar en esta misión, pero para madurar en esta vocación todos debemos dar un paso, laicos y consagrados. Todos hemos sido llamados aquí para algo.
A veces pensamos que el grupo es para mí, el movimiento es para mí, la congregación es para mí, la comunidad es para mí, y por eso deben responder de alguna manera a mis necesidades.
Pero no estamos aquí para nosotros. Estamos aquí para el Señor y para la misión. Tenemos que cambiar nuestra forma de concebir ciertas cosas. No somos consumidores de las estructuras sino constructores de esta familia y corresponsables, cada uno en su vocación debe construir esta realidad de manera concreta.
La vocación no es sólo el punto de llegada, sino el punto de partida. Desde mi vocación específica asumo la responsabilidad de construir Su Reino.
Obviamente cada vocación tiene sus dificultades, y quizás los laicos tengan ciertas limitaciones relacionadas con su familia, horarios y trabajo, pero cada uno en su vocación es protagonista de esta misión. Así que no nos preguntemos qué pueden hacer los demás para construir esta misión, sino qué podemos hacer juntos para realizar este sueño del Señor a través de San Eugenio. Así que pensemos juntos cómo podemos seguir construyendo esta familia.
¿Podemos soñar juntos? ¿Podemos pensar en un proyecto en el que todos seamos protagonistas?
Cuando hablamos de estas cosas parece que estoy diciendo: cambiemos el mundo. No es posible, no se puede cambiar el mundo. Pero podemos empezar por nosotros mismos. Tú puedes cambiarte. Empecemos por cambiar cada uno de nosotros. ¿Qué puedo hacer para ser más responsable en esta misión?
Y luego, no empecemos a nivel provincial, que es una gran realidad. Empezad por lo local, por tu comunidad. ¿Cómo vives la misión en esa comunidad? ¿Es una parte de mí o es algo que doy si puedo? Debemos sentirnos activos en todas las realidades que vivimos en esta provincia: las misiones populares, las actividades con los jóvenes, las acciones misioneras no son sólo actividades que hacemos para los laicos, sino que son actividades que hacemos junto con los laicos para realizar este sueño.
Para terminar, continuemos este camino como peregrinos de la esperanza en comunión, este lema del Capítulo General que repetimos a menudo pero que debemos realizar. Todos juntos, corresponsables de esta misión que nos pide en primer lugar salir de nosotros mismos. Gracias, pues, por este encuentro, y ojalá podamos crecer en esta misión de realizar juntos este proyecto de San Eugenio.